sábado, 15 de julio de 2017

Lecturas de El Quijote (Segunda parte)







Por Guillermo Rivera



1. Según lo anterior – nos hemos adentrado en ese laberinto de anaqueles y molinos, corredores y traducciones, que se fundamentan en algún otro lector alucinado.


2. La literatura se extiende así de muy diversos modos, tanto dentro como fuera de la novela. Juan Goytisolo, por ejemplo, señala dentro de la obra todas las controversias literarias, los cuestionamientos, y en especial la crítica de lo inverosímil en las novelas de caballería que leemos en el capítulo cuarenta y ocho. Se detiene, al mismo tiempo, en el juego antitético entre la realidad y la ficción, el ser y la apariencia, mediante la contraposición ventas/castillos, molinos/gigantes, prostitutas/nobles doncellas, etc.


3. Existe una lectura particularmente fascinante, desestabilizadora, en ese singular delirio de Kafka. Nos expresa éste que es, precisamente, Sancho Panza quién con el correr de los años conjuró una cantidad de novelas de caballerías y bandoleros, logrando apartar de sí a su demonio. Sancho dio en llamar a ese demonio Don Quijote, el que pronto se hizo dueño de su propio autor y se convirtió en amo de Sancho Panza. 
Evidentemente que ésta interpretación nos remite a Roa Bastos quien toma “La verdad sobre Sancho Panza”, escrito alrededor de 1917, para ponerse a reflexionar como autor acerca de su propia obra.



4. Roa Bastos destaca en su ensayo, aquella parte donde Kafka concluye: “La desgracia de Don Quijote no es su fantasía, sino Sancho Panza.” Lo que significa elevar a la doble potencia el poder de la fantasía, pues nos hemos enterado por Kafka que Sancho es el verdadero autor de “la cantidad de libros de caballería”, cuya incesante lectura acaba por sacar del juicio a Alonso Quijano (lector) y transformarlo en Don Quijote, demoledor de mitos y embelecos de la caballería - que persisten como vestigios de una edad ya muerta.


5. Podemos agregar, desde esta perspectiva, alguna fascinación, algún disgusto, que emana de la producción de sentidos de la novela. En un nivel de lectura es Don Quijote un señor que ha perdido el seso; en otro, un lector de novelas de caballería que resulta autor de su propia épica, extraviado en un mundo que no se parece a la lectura que ha hecho de él.


6. Capaz Don Quijote de preservar una tradición de época a través de la lectura de novelas de caballería, pero incapacitado para actualizarla a su experiencia, ni a la totalidad del mundo que se constituye a su alrededor, el caballero aparece sujeto a una situación inédita: héroe nacido de la lectura, vuelve a ella exagerado. Es decir, vuelve para ser escrito, publicado, plagiado; vuelve, en definitiva, para ser leído.
Don quijote, según Carlos Fuentes, es una doble víctima de la lectura y pierde el juicio dos veces. Primero cuando lee, y luego cuando es leído.



7. Lectura de sí mismo, lectura de otros, otras lecturas, que lo obligarán a crearse. En cuanto objeto de una lectura que comienza a vencer la realidad nuevamente desplazándolo y orientándolo al quiebre de su propio hechizo: recobrar la razón. 
Es el suicidio, pues la realidad le remitirá a la muerte. 

Crónica escrita en 2007.-

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